La primera mujer en conducir el Metro en el mundo es poblana y mexicana

marzo 22, 2025

En un mundo que ha querido borrar a las mujeres de las grandes hazañas, el volante de un tren también fue, durante décadas, un espacio negado para nosotras. Hasta que una mujer decidió que ya no. Su nombre es Dula Edith Larios Maldonado, nació en Atencingo, Chietla, Puebla, y en 1982 se convirtió en la primera mujer en el mundo en conducir un tren del Metro.

Sí, del mundo. Y sí, fue una mujer poblana, mexicana, migrante y militante de izquierda. Pero su historia, como la de tantas otras, fue silenciada.

Después de más de 40 años de invisibilización, el pasado 20 de marzo de 2025, por primera vez se le rindió un homenaje público en la Capilla del Arte de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), donde compartió su testimonio en el conversatorio “Una mujer marcando ruta”. La sala se llenó de emoción, memoria y reparación.

Dula Edith migró a los 15 años a la Ciudad de México. En 1980 consiguió trabajo como taquillera del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro. Pronto, junto a otras trabajadoras, exigió que los puestos de conductor —entonces solo para hombres— se abrieran también a mujeres. Lo lograron. En 1981, quince mujeres aprobaron los exámenes y comenzaron la capacitación. En 1982, Dula tomó el mando de un tren por primera vez.

Rompió el sistema desde dentro.

Enfrentó el machismo de compañeros que las desacreditaban, y la desconfianza de usuarios que se bajaban del tren al verla conducir. El equipo de trabajo no estaba diseñado para ellas: no había baños para mujeres ni botas en su talla. Pero ella y sus compañeras resistieron. “Nos pusimos las botas de hombre, literal y simbólicamente”, recuerda.

Con solo 21 años, Dula fue asignada a las líneas 2 y 5 del Metro. En una jornada de cansancio y soledad, le pidió una señal a Dios. Un pasajero le entregó un papel que decía: “Señorita, conduce usted muy bien el tren. Gracias por transportarnos todos los días”. Fue su primer reconocimiento.

Tras seis años como conductora, decidió renunciar para regresar a Tepeojuma. Su hijo padecía asma y la ciudad lo estaba enfermando. A pesar de tener uno de los mejores sueldos del país, eligió la salud, la familia y el arraigo.

Dula Edith Larios no solo condujo un tren. Condujo una lucha.

Es símbolo de lo que han hecho tantas mujeres desde el margen: abrir camino sin reflectores, marcar ruta sin medallas, cambiar la historia sin aplausos. Es una de las nuestras. Y ahora, por fin, su nombre resuena donde debe estar: en la memoria feminista.

La primera mujer en conducir el Metro en el mundo no nació en París ni en Nueva York. Nació en Puebla. Y se llama Dula Edith.

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